Derry es un pueblo maldito, un pueblo en el que cada veintisiete años ocurre un enorme desastre que se traduce en numerosas muertes y desapariciones, casi siempre de niños. Y aquello que lo causa es algo tan oscuro, maligno y antiguo, que solo la mente de un niño puede soportarlo sin descolocarse para siempre. Por ello, en 1958, tras la muerte de su hermano Georgie, Bill Denbrough decide que ha de matar al culpable. Pero no lo hará solo. Pedirá ayuda a seis de sus mejores amigos: el Club de los Perdedores. Juntos se enfrentarán al mal que late bajo el pueblo, mientras lidian, en la superficie, con un mal aún más real: el de los abusones.
Por otro lado, en 1985, asistimos al reencuentro de estos amigos, ya adultos, y a su regreso al pueblo que dejaron atrás y al que prometieron volver si el mal aún seguía vivo.
Lo que acabas de leer es la sinopsis de la novela, pero It (Eso) es mucho más. Su magia no solo se encuentra en la historia, sino en la forma en la que está escrita; una proeza que solo un escritor de la talla de King es capaz de llevar a cabo.
Aunque no me haya leído todos los libros del rey del terror (aún), sí han caído los suficientes para poder decir que It (Eso) está entre los más destacables. Por algo es una de sus obras más conocidas y leídas incluso por gente a la que (no entiendo por qué) no le cae muy bien el autor.
Lo primero que destaco es su estructura. Y aquí entra la magia de la que hablaba más arriba. La novela, de unas 1500 páginas, está dividida en cinco partes más un epílogo, salpicadas estas partes por cinco interludios. Lo realmente notable de esta estructura son los cambios continuos en la forma de narrar los pasajes.
Así, King mezcla la tercera persona mediante un narrador omnisciente con narración en primera persona.
También nos encontramos tanto con una narración de tiempo verbal en pasado como en presente, diferenciadas por una tipografía en cursiva. Y al mismo tiempo compagina el momento presente (1985) con flashbacks de 1957, ligados unos a otros de una manera ágil y fluida.
Dentro de las partes, hay capítulos con sus respectivos títulos; sin embargo, dentro de esos capítulos, hay subcapítulos en los que el autor decidió poner una especie de subtítulo..., pero no en todos.
Por último, como si todo lo demás no fuera suficiente, se mezclan multitud de géneros. En definitiva, se podría decir que Stephen King escribió un libro desordenadamente ordenado, por llamarlo de algún modo. Por lo tanto, las mil y pico páginas se leen como el agua, ya que en ningún momento consigue aburrir al lector. Es una maravilla tras otra, tanto por la forma en que lo cuenta, como por lo que cuenta.
Como decía, no es solo una novela de terror, y si se piensa bien, tampoco tiene demasiado terror o al menos King no abusa de este género en la obra. Tan pronto se está inmerso en una escena gore como que se llega al capítulo siguiente y se emerge a una historia policiaca, o a una aventura de verano muy parecida a la del relato El cuerpo. Es decir, el rey saca todas sus armas de escritor en esta novela, y nos muestra, en una sola historia, la habilidad que tiene para moverse por diferentes géneros.
En los interludios, King nos cuenta, a través de uno de los personajes y en forma de diario, algunos de los mejores momentos de la novela. Es ahí donde nos describe el pueblo ficticio de Derry. Lo hace de una manera tan realista, que olvidamos que no existe y al mismo tiempo nos hace alabar (inevitablemente) la gran mente del escritor. Crea toda una historia para Derry, toda una mitología, unos cimientos que dan base firme al pueblo y a sus habitantes. Una ciudad con una historia oscura, forjada a base de violencia y sangre. Imposible olvidar el incendio del Black Spot en el que un trasunto del Ku Kux Klan incendia un punto de encuentro para soldados negros, con cientos de personas en su interior. O el asesinato por parte de todo el pueblo de una banda de asesinos y atracadores en busca y captura. O la irrupción de un leñador en un bar, hacha en mano, que hace picadillo a cuatro o cinco con los que quería ajustar cuentas, mientras el resto de los parroquianos siguen a lo suyo como si nada. Cada una de ellas tiene un elemento extravagante que la hace única y una delicia de leer debido a la brillante narración de Stephen King.
Pero esto es solo una parte de lo que convierte a It (Eso) en una novela inolvidable. Por supuesto, los personajes, la sensibilidad y el buen hacer con el que King los construye, los hace únicos. Tanto los principales como los secundarios. Da igual las pocas páginas o palabras que dedique a un personaje secundario: se te quedará grabado en la mente de todos modos, como ese tal Edward Corcoran o Patrick Hockstetter, aquel psicópata que daba casi más miedo que el propio monstruo.
De modo que Stephen King nos enseña, con esta obra maestra, que escribir es algo más que juntar palabras...
Es saber cómo juntarlas... y crear magia con ellas.
Si quieres saber y leer más sobre Ricardo Zamorano, visita su blog de literatura Palabras Narradas.
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