Lo primero es decir que, si consideras It como una peli de payasos asesinos, respeto al máximo que te guste más la versión de 1990 que la actual, o viceversa. No te discuto qué payaso da más miedo o qué peli se parece más a la novela. Seguramente influya mucho la edad que tenías cuando viste una u otra. Después de todo, somos niños mientras somos capaces de creer en la magia. Y la magia tiene al menos dos caras. La magia es el milagro del dorado y es la maldición del carmesí. La magia es a veces luz, y a veces sangre.
Prefiero no hablar de It como película o como libro, sino como narración. Creo que toda narración, al menos todas las buenas y muchas de las malas, se engendra cuando el narrador se hace una pregunta. «¿Qué pasa si...?» o «¿Qué pasa cuando...?», tal vez «¿Qué tiene que pasar para...?» son el origen de las grandes historias que has disfrutado.
«¿Qué tiene que pasar para que dejemos de ser niños?»
La respuesta obvia sería «Pues cumplir años», y es una respuesta absurda. Para dejar de ser niños sólo tenemos que dejar de creer en la magia, de ser capaces de asumir la maravilla. It es un intento de responder a esa pregunta. Un intento de reflejar el proceso, al parecer inevitable, que nos convierte en adultos.
Espiritualidad.
Veamos. En primer lugar, It es un monstruo que acecha en una ciudad, que aparece en ciclos constantes de veintisiete años, se alimenta y duerme de nuevo. Por tanto, un ciclo constante. Como todo ciclo, como el calendario, una forma de asegurar las cosas, de establecer costumbres y ritos. Si esta idea te parece absurda, paciente lector, pregúntate cuántas referencias rituales tienes. Tu cumpleaños, tu aniversario, Navidad o Ramadán. El ciclo como referencia, el ciclo como seguridad. La población de Derry percibe esos ciclos a lo largo de toda la narración, aunque veamos muchas escenas en que ignoran sus trágicas consecuencias. Como en cualquier rito religioso, el sacrificio es el precio a pagar por la recompensa. Derry mejora con el tiempo porque ofrece su hecatombe. Catorce jóvenes de cada sexo entregados al minotauro de Creta, cien bueyes sacrificados a Baco, el hijo de Dios crucificado cada Semana Santa mientras los penitentes se flagelan. Los niños devorados por el payaso mientras Derry mira hacia otro lado.
El maestro King nos presenta a una serie de niños especiales, por lo problemáticos, que están en ese punto en el que casi no somos niños. Enfrentados a ese rito iniciático, el paso a la madurez, el enfrentamiento con lo que existe más allá. Responsabilidad, toma de decisiones, la propia mortalidad.
Los ritos de paso, desde el niño de la tribu perdida que sale por primera vez de caza con los adultos hasta el muchacho que toma la primera comunión o habla en la sinagoga, son constantes en todas nuestras sociedades. It es el rito iniciático para nuestros protagonistas, enfrentados primero a la bestia de manera individual y convertidos luego en una partida de caza. El silencio, la aquiescencia de Derry frente a It se ven desafiados cuando el Club de los Perdedores decide enfrentarlo. Un cambio de paradigma social, una evolución en la espiritualidad. Un grupo de ciudadanos —lo son ya que han pasado por el rito— decididos a cambiar la estructura social.
Resulta curioso, y volveré a ello después, que el único judío del grupo, Stan Uris, sea por su personalidad el que más se resiste al cambio, a la evolución. Su principal motivo para enfrentarse a It, su justificación psicológica, será el desorden y el caos que acompaña al monstruo. Tras el primer fracaso de la expedición de caza, él es quien propone sellar el pacto por el que años después volverán a Derry.
La figura de la expedición, el viaje, es igualmente un viejo recurso en la épica de todos los tiempos. Teseo viajando a Creta para enfrentar al minotauro, los caballeros de Arturo en busca del Grial, la Comunidad del Anillo en pos de la Montaña de Fuego, el Club de los Perdedores rastreando la guarida de It, son diferentes versiones de la misma cosa. No hay duda de que King es un genio, y consigue actualizar estos antiguos recursos con talento y solvencia. Hasta casi conseguir que pasen desapercibidos para el lector.
Tras el primer combate entre los niños y el monstruo, intentan regresar a la civilización y se sienten perdidos en la red de túneles —metáfora del submundo, la oscuridad y el secreto que siempre acompañan a lo sagrado— hasta que la única mujer presente en el grupo atraviesa un nuevo rito para reconducirles. Mediante su madurez sexual, ella toma el control de la situación inspirando y tranquilizando a los niños hombres, reconduciéndolos, convirtiéndolos en lo mejor que pueden ser. La niña se convierte en mujer y a través de ella, los niños evolucionan aún más.
En este primer combate, el monstruo ha sido herido pero no muerto, el desafío contra el paradigma resulta un fracaso, y el grupo sellará un pacto —la escena del lago, con los niños cortándose las palmas de las manos para unir su sangre, tiene una belleza evocadora que toca lo más instintivo de nuestra fibra— antes de verse desterrados de Derry. Como si It o la fuerza que representa decidiese alejarlos para garantizar su supervivencia, o como si la sociedad silenciosa no quisiera consentir un nuevo desafío a lo establecido.
Es decir, rito iniciático, viaje de autocrecimiento, despertar sexual, juramento de sangre, enfrentamiento al monstruo y ostracismo. La receta está bastante conformada.
Por lo visto, paciente lector, te estoy diciendo que It es poco más que la vieja historia del Bien contra el Mal y el héroe contra el monstruo. Vaya, qué simple.
Bueno, sí, pero hay que saber contarla como lo hace King. Hay que saber contarla.
El Bien y el Mal. El milagro del dorado y la maldición del carmesí. Por supuesto que estánahí. Georgie busca la parafina en el sótano y se siente tranquilo ante la imagen de la tortuga, imagen que veremos desdibujada en las rayuelas de la calle más adelante. Bev, en el baño de casa, escucha voces que vienen del desagüe y ve cómo todo se llena de sangre sin que su padre, figura dominante y terrible, pueda percibirla ni por tanto entender los gritos de la niña. Ella justifica sus gritos diciendo que ha visto una araña en el lavabo. Podría haber dicho «una cucaracha», pero de nuevo King mantiene las referencias claras. Tortuga y Araña son las formas elegidas para Bien y Mal. Te invito, paciente lector, a buscar todas las referencias e interrelaciones incluidas en la narración.
El Mal herido pero no muerto, el Bien derrotado al dispersarse sus guerreros. ¿No podríamos estar hablando de Sauron exiliado e Isildur llevándose el Anillo lejos? ¿De Beowulf, vencedor de Grendel pero aún no enfrentado al Dragón? ¿De Ulises triunfante en Troya pero perdido en su viaje de retorno a Ítaca? Yo creo que sí, paciente lector. Creo que sí.
El bibliotecario. Mike. El único del Club de los Perdedores que se queda en Derry. Igual que Gandalf es el único de los magos que investiga sobre el Anillo, igual que los aislados oráculos pregriegos o Astinus de Palanthas en su biblioteca. El guardián del saber. El que vigila el renacimiento del monstruo y pone en marcha, de nuevo, la rueda.
Mike Hanlon cumple a la perfección este rol en It, consiguiendo además hilar pasado y presente para que el lector no se pierda en una historia compleja, abriendo nuestro punto de vista.
Cuando queda patente que It ha regresado a Derry, Mike llama de nuevo a todos los implicados —supongo que este será el arranque de la nueva película— y Stan será el único que no acuda. Este rasgo, ya lo comenté antes, me llamó la atención. Quizá sea un simple recurso, quizá una cierta crítica al inmovilismo de una religión, la judía, que ha mantenido una firme ortodoxia desde... bueno, desde siempre. No acuso, desde luego, de antisemita ni nada por el estilo a King, sino que creo que aprovecha ese férreo inmovilismo para, asociándolo a una personalidad obsesionada por el orden, darnos a entender que el proceso de madurez, ese paso del niño al hombre, exige una evolución. Para mí, los niños que mueren a manos de It son quienes no han superado el rito, mientras que el Club de los Perdedores se ha enfrentado una vez para luego volver a hacerlo y Stan, incapaz de afrontar todo lo que implica ese salto al estado adulto, se rinde. Así de simple y así de complicado.
Bien, llegamos al momento en que los guerreros retornan para cumplir su misión sagrada. Una observación interesante, a mi pobre entender, en este punto es el papel de las parejas de los protagonistas. Algunos de ellos están casados y otros no, pero sólo dos consortes tendrán un papel significativo en la narración. El marido de Bev, dominante, inseguro, maltratador, y la esposa de Bill, independiente, inteligente, valerosa. Ambos parten en busca de sus parejas, por diferentes motivos. Tom para «poner las cosas en su sitio» y restablecer el dominio que tiene sobre su pareja —es decir, defender el antiguo paradigma contra el grupo que ya veintisiete años antes quiso cambiarlo—, y Audra para apoyar y proteger a Bill. La dama se mete en las fauces del dragón para defender a su caballero, lo que me parece una genialidad más por parte de King.
El Bien y el Mal, encarnados a un nivel cósmico e inasequible en la Tortuga y la Araña, toman una forma mucho más cotidiana en estos consortes, manteniendo el juego del autor durante toda la trama. La gran aventura convertida en algo diario, modesto. Un truco muy hábil que ya usó Tolkien enfocando a los hobbits y su Comarca más allá de la épica historia del Anillo, por citar referentes muy conocidos, o gente de la talla de Lovecraft, Hawthorne y Quiroga en sus relatos cortos, centrados en el individuo, el héroe involuntario, contra el Mal.
Así que, por no extenderme más, que ya me he pasado un poco de lo previsto, me atrevo a resumir It como una épica contemporánea, sólida y profunda capaz de tocar los grandes universales como pocas veces se ha hecho. Una obra para disfrutar, aprender si uno pretende narrar sus propias historias, y discutir en la barra del bar o en las redes con los amigos. Y una lección de vida. Después de todo, la idea de reunir toda la fe que puedas juntar, sintonizar un buen rock y seguir adelante, siempre adelante, es un consejo válido a lo largo de toda una vida.
Si quieres leer y saber más sobre J. D. Martín, visita su blog de literatura Lo Juro por mi Tatuaje.
Una reseña muy completa, en la que nos descubres lo que hay detrás de las palabras. Enhorabuena por tu gran trabajo.